Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

En el silencio que abrazan los candados

1/8/12 | |

Por el agujero que fisgonea en la ventana se ve su ojo mirando la calle. Tantos años de vigilia han redondeado los bordes del boquete que su dedo horadó en la tabla y ahora alcanza a ver la esquina por donde se le llevaron al muchacho y voltearon con él. Entonces ella no estaba tullida ni se veía tan anciana la casa. A veces saca su dedo por el hueco y les apunta.
Carlos Flaminio Rivera.
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Eso que ustedes llaman corazón está bastante más abajo del cuarto botón del chaleco.

Es fascinante escuchar a una mujer extranjera que comete faltas en nuestro idioma con sus hermosos labios. A un hombre no.
Georg C. Lichtenberg (1742-1799).
Imagen de la izquierda: Aviso para Quaker Oats. Revista Cromos Nº804 (12/03/1932).