Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

La venganza de los dinosaurios

10/4/14 | |

La venganza de los dinosaurios, un cuento de Deborah Eisenberg:

"Hola, Barbara, dije. Tú eres Barbara, ¿no? No, soy Eileen, dijo la enfermera que abrió la puerta. La de noches. Yo soy la nieta, dije. Me lo figuraba, dijo Eileen. Barbara me avisó de que quizá vendrías. Bueno, ¿y dónde está ese hermano tan guapo que tienes? ¿Bill?, dije. ¿He llegado antes que Bill? Qué novedad. Será el tráfico, dijo la enfermera. El tráfico, el tráfico... Yo estaba mirando disimuladamente el piso de Nana: las baldosas blancas y negras, el enorme espejo con marco dorado, aquellos grandes floreros o lo que fueran, el cuadro que tanto me gustaba cuando era pequeña, uno donde se veía un misterioso calvero en un bosque, la luz de plateado polvo del pasado. Siempre me entraba una especie de somnolencia cuando veía este lugar, como si me hubieran dado en la cabeza con un pequeño mazo, mandándome lejos de todo." Continuar leyendo.

En la imagen, dibujo de William Kentridge, cuya obra se expone entre el 10 de abril y el 7 de julio en el Museo de Arte del Banco de la República. La entrada es gratuita.