Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

La biblia y la pierna

8/2/15 | |

La gente buena del campo
Flannery O'Connor

Aparte de la expresión neutral que tenía cuando estaba sola, la señora Freeman tenía otras dos, una ansiosa y, la otra, contrariada, que usaba en todas sus relaciones humanas. Su expresión ansiosa era firme y fuerte como la lenta marcha de un camión pesado. Sus ojos jamás se desviaban bruscamente a la derecha o a la izquierda, sino que giraban como un ciclo, como si siguieran una franja amarilla en su mismo centro. Raras veces usaba las otras expresiones porque no le era necesario retractarse a menudo de algo que había dicho; pero cuando lo hacía, su rostro se detenía en seco, había un movimiento casi imperceptible en sus negros ojos, durante el cual parecían retroceder, y entonces, un observador podía ver que la señora Freeman, aun cuando estaba allí tan real como varias bolsas de granos apiladas, estaba ausente en espíritu. En cuanto a hacerle comprender algo cuando sucedía esto, la señora Hopewell ya había desistido de intentarlo. Podría hablarle hasta morirse. Era imposible conseguir que la señora Freeman admitiera que se había equivocado en algo. Y, si se la podía hacer hablar, entonces, era algo como:

—Bueno, no podría decir que fue así y no podría decir que no fue así.
Continuar leyendo.
Ilustración de Afu Chan.