Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Un problema con Handel

18/3/15 | |

Handel

Tengo un problema con mi matrimonio, que es simplemente que no me gusta George Friederic Handel tanto como le gusta a mi marido. Es una gran barrera entre nosotros. Tengo envidia de una pareja que conocemos, por ejemplo, a la que les gusta tanto Handel que a veces vuelan a Texas sólo para oír a un tenor concreto cantar en una de sus óperas. Por ahora, ya han convertido a otra amiga nuestra en apasionada de Handel. Me sorprende, porque la última vez que ella y yo hablamos de música, lo que le gustaba era Hank Williams. Los tres fueron en tren a Washington, D.C., este año para escuchar Giulio Cesare in Egitto. Prefiero a los compositores del siglo diecinueve, en particular a Dvořák. Pero estoy bastante abierta a otros tipos de música y, normalmente, si escucho algo lo suficiente, acaba gustándome. Pero aunque mi marido pone algún tipo de canto de Handel casi todas las noches, Handel no acaba de gustarme. Por suerte, acabo de enterarme de que hay un terapeuta no muy lejos de aquí, en Lenox, Massachussetts, especializado en terapia de Handel, y voy a darle una oportunidad. (Mi marido no cree en la terapia y creo que él no iría a un terapeuta de Dvořák conmigo incluso si hubiese uno).

Lydia Davis.