Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Los ojos tan cerrados

24/8/15 | |

Kid Badillo

El campeón tenía los ojos tan cerrados, que apenas podía divisar al juez en cuenta progresiva hacia el diez. Su orgullo de ganador no lo dejó permanecer en el suelo. Llevó su guante derecho a una de las cuerdas del cuadrilátero y se levantó tambaleante mientras escuchaba gritos enardecidos que no lograba identificar como de apoyo o de rivalidad. Una vez de pie, observó de forma borrosa un grueso e intenso rojo acercándose hacia él. Más que su título, supo que hasta ahí le había llegado el orgullo.
Daniel Ávila.