Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Volver a las quintas y las cenizas interrumpidas

22/11/15 | |

Planes interrumpidos
Aurora Venturini

Adopté a Bertha y la llevaba colgada de la cadenita de plata como un medallón. Alquilé un departamento próximo a la Facultad de Humanidades y me mudé con Bertha.
 A los veinte años finalicé mis estudios universitarios. Pensé no volver a la quinta. No quería dictar clase en las Escuelas Normales, ni en el Colegio Nacional; me ofrecieron unas horas en el Liceo pero no acepté. Trataría, en lo posible, de no contraer compromisos ni afectos, evitaría trabar amistades. Hacía traducciones del francés para una editorial y preparaba alumnos libres y aplazados. Frustrada mi ilusión de viajar a Europa a causa de la guerra, iría a Chile, la isla de Pascual era mi meta. Y el diablo metió la cola. Continuar leyendo.