Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

La mira y mira el corte en el espejo

18/3/16 | |

GOLPE EN LA CABEZA

Choca su cabeza contra algo mientras hace ejercicios. Ve luz, siente sangre, va al baño –todo esto en la oscuridad, apenas un poco de luz de luna–, allí enciende la luz y ve el corte. “¿Cómo pude ser tan estúpido?”, piensa. “Poco familiarizado con la casa; estuvimos aquí todo un mes el verano pasado pero es nuestra primera noche, este año; ¿por qué no encendí las luces?”. Estaba haciendo ejercicios en el comedor, que contiene la escalera, y su hija estaba durmiendo o quedándose dormida arriba con su puerta abierta, porque le daba miedo dormir con la puerta cerrada y él no quería que la luz la despertase. Ya tiene una toalla de papel apoyada en el corte, la mira y mira el corte en el espejo, sigue sangrando, presiona más fuerte, piensa que debería ponerle encima una bolsa de hielo para contener la hinchazón, entra en el comedor para ir a la cocina pero se detiene a ver qué fue contra lo que golpeó su cabeza. Se para en el lugar donde piensa que estaba haciendo ejercicios. Debe de haber sido uno de esos dos barrotes o palos o lo que sean… simplemente los listones verticales del respaldo de la silla de su izquierda, del juego de comedor, contra los que golpeó su cabeza. Continuar leyendo.
Stephen Dixon.