21/11/12

Una mano tierna para acariciar la suya

El símbolo de la belleza era para él una mano de aristocracia suma, como diamante de voluptuosidad, que fuera una ráfaga de pureza  en los románticos delirios y una garra de fuego, en la torturante vacilación de los espasmos. Una mano tierna para acariciar la suya; perversa para despertar su deseo y fresca para apagar en ella la satánica sed de su espíritu morboso.
Humberto Salvador, fragmento de El amante de las manos.