Mi celular cuenta con un sistema predictivo de escritura: cuando presiono los botones, busca en un diccionario los términos posibles. Aunque sea una simple tecnología, sospecho que algo más ocurre. Si yo tecleo ansiedad, el aparato escribe sequedad. Si ingreso boca, predice viva. Si intento con piel, refiere pido; escribo horas, el teléfono interpreta gotas. Palabras se convierte en parajes, silencio se vuelve dolencia.
Pero hay algo más extraño: si escribo cerca, aparece tu nombre.
Giselle Aronson. Imagen de Wilhelm Braune.