30/6/25

Fragmento de Una cierta edad

Por la noche, mientras vemos una película o una serie, la gata Rosalía tiene a bien cedernos su sillón, con la elegancia de una emperatriz dadivosa, y se va a dormir bajo nuestra cama. Justo al acabar, tan pronto como calla el televisor, reaparece en la puerta de la sala, con la misma lentitud de su partida, y nos mira. No hace falta traducción, esa mirada quiere decir: «Venga, largaos y devolvedme mi sillón». A veces la subraya con un leve maullido exigente, pero por lo general le basta con la mirada, que tiene el fulgor altivo de Simone Signoret y la mala leche contenida (o incontenible) de Barbara Stanwyck. Lo portentoso de su reaparición es que se produce a escasos segundos del silencio televisivo, como si hasta entonces, y solo hasta entonces, nos hubiera cedido el sillón en usufructo.

Marcos Ordoñez, de Una cierta edad.