Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

La trompeta en la autopista

1/10/12 | |


Dos fragmentos de La subasta del lote 49 de Thomas Pynchon:

A ella no le disgustaba la idea. El ejecutivo oyó risas lascivas, cremalleras, golpes sordos de zapatos, respiración agitada, gemidos. Sacó la corbata de la gasolina y se puso a reír con risa mal disimulada. Cerró el Zippo. «Oigo risas», dijo de pronto la mujer. «Huele a gasolina», dijo el experto en rendimiento.Entraron en la cocina cogidos de la mano y desnudos. «Estaba a punto de convertirme en bonzo», les explicó el ejecutivo.
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Entre el humo de los tubos de escape, el sudor, el deslumbre y el malhumor de una tarde estival en una autopista norteamericana, Edipa Maas reflexionó a propósito del problema Trystero. El silencio aplastante de San Narciso —la superficie tranquila de la piscina del motel, el trazado meditabundo de calles residenciales que discurrían como los surcos que deja un rastrillo en un jardín japonés— no la habría dejado pensar con tanta despreocupación como aquella autopista frenética.
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Traducción de Antonio-Prometeo Moya.