Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Un enredo de princesa atigrada

26/3/09 | |

TRAPISONDA DEL CRÍTICO

Se armó un enredo de proporciones épicas. El embrollo nació de un comentario en el diario local sobre su nuevo libro. La argucia del escrito del libelo, sumada al embeleco utilizado, fue una brutal engañifa para los fieles lectores del matutino. Muchos picaron el señuelo que, cual vil patraña, empujó a varios a no comprar la novela. Se armó una bola indetenible; otros periódicos se sumaron al timo y la cosa casi termina en fraude.
Postreros y sin tapujos, algunos críticos hacharon el árbol caído, la tramoya quedó así terminada. El escritor quería riña y sus seguidores armaron una batahola en la feria del libro. En medio del barullo suscitado, el escritor rubricaba libros. Contrató una agencia de publicidad para evitar la encerrona. La estratagema no dio resultados, la novela siguió sin venderse.
Confieso: lo hice sólo porque la novela es irremediable.
Alvaro Ruiz de Mendarozqueta
En la foto, Arlene Dahl (Slightly scarlet)