Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Mi propio otoño, Martín Gardella

14/1/10 | |


Mi propio otoño


Hace casi veinte años que me hago cortar el cabello por el mismo peluquero. Mudó de local, incluso de barrio, y a pesar de todo sigo siendo un fiel cliente de su peluquería. Será por tener edades similares que, además de la típica relación estilista-cliente, logramos con el paso del tiempo construir algo muy parecido a una amistad. La mayoría de las veces me retiré del local muy conforme con su obra y solo en algunos casos tuve que volver para un fino retoque, pero últimamente no hay corte que me satisfaga, pienso que está muy corto, que sigue largo o que se nota demasiado el remolino que detesto desde que era un niño. Cambié mi peinado y le pedí que modificara el estilo y, sin embargo, aún hay algo que me deja disconforme frente al espejo. Busqué múltiples razones para culpar al peluquero pero debo reconocer su inocencia. Nadie puede vencer al paso del tiempo que lentamente se revela en los cabellos que me abandonan por las noches sobre la almohada o taponan el desagüe de la bañadera. Es evidente que está llegando mi propio otoño, solo espero que mi estilista continué siendo suficientemente hábil para ayudarme a disimularlo.
Martín Gardella.
Foto tomada de aquí.