Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Tres ki­lómetros o más

26/2/16 | |

CAMINAR

Caminar con mi esposa es imposible. Nuestras velocidades y metafísicas entran en conflicto. Su objetivo es ganar terre­no, el mío ver. Y naturalmente, cuanto más veo, más lento camino; y cuanto más lento camino, más veo. A veces mi ca­minata no excede unos pocos metros; sus caminatas cubren a veces kilómetros. Así que acá estoy, mirando una infinita cantidad de cositas, y allá lejos está ella, sobre una colina, sin verme salvo como una manchita en la vasta composición de la naturaleza. Si comparamos observaciones, es para tradu­cir de una lengua a otra. No es que me oponga a caminar grandes distancias. En varias ocasiones he caminado tres ki­lómetros o más, en playas sobre todo, aunque también me ha llevado horas cubrir algunos centenares de metros. Continuar leyendo.
Kenneth Bernard.