Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

King Kong se encuentra con Wallace Stevens

24/5/25 | |

Coge dos fotografías—
Wallace Stevens y King Kong
(¿Es significativo que coma plátanos mientras escribo esto?)

Stevens es gordo, bonachón, un blanco corte de cepillo
corbata a rayas. Hombre de negocios excepto
en las manos oscuras y gruesas, el cerebro desnudo
el pensamiento en él.

Kong vacila
perdido nuevamente en las calles de Nueva York
a sus pies una freza de irritados coches.
La mente no está en ningún sitio.
Los dedos son de plástico, eléctricos bajo la piel.
Está a lo que diga la Metro-Goldwyn-Mayer.

Entretanto W. S. en su traje
está pensando el caos está pensando vallas.
En su cabeza —las semillas de dolor nuevo
su exorcizar,
el rugido de sangre encerrada.

Las manos se escurren de su chaqueta,
posan en la sombra del asesino.

Michael Ondaatje, traducción de Bernd Dietz).