Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Mis lecturas bajo la lluvia: Ana Karenina

16/4/12 | |

La vida de Wronsky se deslizaba felizmente por muchas razones, pero, sobre todo, porque seguía un conjunto de reglas que determinaban claramente todo lo que él debía y no debía hacer. Este código abarcaba un campo muy limitado de deberes, pero estaba integrado por reglas muy precisas. Y como Wronsky no salía jamás de aquel reducido campo de obligaciones, sabía cómo cumplirlas en todo momento y lugar.
Dichas reglas determinaban con claridad que era absolutamente necesario pagar una deuda de juego, pero que se podían dejar de pagar las del sastre, que no se debía mentir a un hombre, pero que ante una mujer la mentira era admisible e incluso aconsejable. Condenaban el engaño, pero no en lo referente a los maridos. Admitían el olvido y el perdón, pero no para las injurias y las ofensas, lo que no impedía que dieran amplias facilidades para ofender al prójimo.
Estas reglas, evidentemente, no eran justas ni razonables, pero sí del agrado de Wronsky, el cual no las analizaba y se creía con derecho a llevar muy alta la cabeza por el mero hecho de cumplirlas escrupulosamente.

Fragmento de Ana Karenina, de León Tolstoi (traducción de la versión de Editorial Juventud).
En la imagen: Anna Karenina Survives The Train. 2010. Muñeca inspirada en Ana Karenina.