Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Monteiro Lobato, un hombre honrado

18/4/12 | |

EL HOMBRE HONRADO 

 - ¡Excelente sujeto! De allí nada malo viene al mundo. ¡Y honrado! ¡Ah, eso sí, honrado como no hay otro! Era lo que todos decían de Juan Pereira.
 Juan Pereira trabajaba en una repartición pública. Estuvo primero en una escribanía, y después en el comercio, como dependiente del emporio El Emperador del Calzado.
 Dejó el emporio por discrepar con la técnica comercial del “emperador”, que aplicaba con fervor el viejísimo lema: gato por liebre. Y dejó la escribanía por no conseguir aumentar, con sumas extras, el lucro legal del honradísimo escribano, porque el muy ingenuo se atenía al reglamento de costas, como si aquello fuese la tabla de Moisés.
 Había ingresado a la repartición como amanuense, hacía ya unos diez años, sin conseguir dar un paso adelante. Nadie se empeñaba en su favor, pues por honradez, no por orgullo, era incapaz de recurrir a los expedientes empleados con tanto acierto por sus compañeros en la lucha por el ascenso. Continuar leyendo.
Monteiro Lobato (Taubaté, 1882 - São Paulo, 1948).