Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Al lector, Denise Levertov

24/8/25 | |

 Al lector
 
Mientras leés, un oso polar plácidamente
orina y tiñe
la nieve de azafrán;
 
mientras leés, algunos dioses
se acuestan entre hiedras: sus ojos de obsidiana
están mirando las generaciones de hojas;

mientras leés, el mar
está pasando sus páginas oscuras,
pasando
sus páginas oscuras.

Denise Levertov.

La casa

21/8/25 | |

La casa


Venden esta casa: está llena de fantasmas: En la biblioteca está un abuelo que hace tarjetas navideñas con corazones de purpurina. En la tipografía, un tío que imprime avisos funerarios y programa de circo. En la sala, un padre que lee novelas policíacas hasta el fin de los tiempos. En la alcoba, una madre que está siempre pariendo la última hija. En el comedor, una tía que barniza cuidadosamente su propio ataúd. En la despensa, una prima que plancha todas las mortajas de la familia. En la cocina, una abuela que cuenta noche y día historias del otro mundo. En el patio, un negro viejo que murió en la guerra del Paraguay rajando leña. Y en el tejado, un niño miedoso que los espía a todos; solo que está vivo: ha sido traído por el pájaro de los sueños. 
Dejen dormir al niño, pero vendan la casa, véndanla de prisa, antes de que él despierte y se descubra también muerto. 

José Paulo Paes.

Fragmento de Territorio de luz

19/8/25 | |

Hasta entonces, yo tampoco me había fijado en esos árboles tan grandes. Alcé la vista hacia sus copas. ¿Por qué me habría fijado en ellos justo ese día? No me extrañaba tanto que no los hubiera visto antes como el hecho de que los estuviera viendo ahora por primera vez. Las copas quedaban muy altas. Eran delgadas y rectas, y resultaban inquietantes: tenía la sensación de que iba a ser succionada directamente desde la tierra hacia ese cielo blando y luminoso. 


Fragmento de Territorio de luz, de Yuko Tsushima (1947-2016).

Testigo de cargo

17/8/25 | |

Testigo de cargo 


Es cierto, la bala entró debajo de la clavícula izquierda y no quiso buscar salida al otro lado: allí se quedó para atestiguar y vigilar su muerte.

Manuel Mejía Vallejo.

RUTH

15/8/25 | |

RUTH 


Después de la muerte de su mujer, un hombre confeccionó una lista de lugares que llevan el mismo nombre que ella: Ruth. 
Encontró bastantes, no solo localidades sino también torrentes, asentamientos, colinas e incluso una isla. Dijo que lo hacía por ella y que le infundía ánimo la fe en que ella, de una u otra manera, seguía en este mundo, aunque solo fuera a través de su nombre. Y, además, que cuando se detenía al pie de una colina llamada Ruth, tenía la sensación de que su mujer no había muerto en absoluto, que seguía existiendo, solo que de otra manera. 
Financiaba ese viaje con el dinero del seguro de vida de ella.

Fragmento de Los errantes, de Olga Tokarczuk.

A la televisión

13/8/25 | |

A la televisión


Tu boletín meteorológico me informa aquí y ahora si llueve o hace sol. ¿Para qué salir? 
La comida suculenta que sirves frente a mí con los ojos la devoro. Jubilé mis dientes. 
En las telenovelas hay tanto poder de vida que ya no me esfuerzo por vivir. 
Guerra, sexo, deporte… todo, todo me das. Condenaré la puerta: ya no necesito al mundo.

José Paulo Paes

La función

11/8/25 | |

La función 


Un escenario en penumbra. Una sala llena de espectadores, aguardando a que comience la función. 
La oscuridad se hace más intensa. Sólo hay un extraño y largo silencio. La función no comienza nunca. 

Han Kang (de La clase de griego, 2011).

Magia negra

9/8/25 | |

Magia negra 


 Iluminada me dijo que zarandeara el muñeco tres veces seguidas para que venga arrastrándose a mis pies. Que le pusiera un dedo índice en cada ojo, para que no mire a otra mujer. Que le cruzara las piernitas, para que no funcione con más hembra que yo. Y comprobé que sí, en efecto, la magia funciona. Lo compruebo cada vez que le pido un abrazo, y me abraza; le pido que me bese, y me besa; pero le ordeno que me quiera y entonces me mira con ojos huecos, con corazón de trapo, como si de verdad él fuera este muñeco que me preparó la vieja bruja de Iluminada. 

 Dazra Novak (Cuba).

Despertar

7/8/25 | |

Despertar 


Despertó cansado, como todos los días. Se sentía como si un tren le hubiese pasado por encima. Abrió un ojo y no vio nada. Abrió el otro y vio las vías.

Norberto Costa.

La nada

5/8/25 | |

La nada 


La escena no representaba nada. La acción no transcurre en ningún lado. Más aún, no hay ninguna acción. Tampoco personaje alguno. Nadie dice una palabra, por lo tanto. 
El telón no se alza aún ya que está en la tintorería. 
Difícil decir si la sala se halla colmada o desierta: es que no ha sido construida aún. Y por ahora no se prevé construirla. ¿Se hará un día? Quién sabe. 
En cuanto al autor, que esta mañana había decidido escribir la obra, ha muerto esta misma tarde.

Jacques Sternberg.

Otoño

3/8/25 | |

¿Por dónde empiezo? Soy la antena de la mariposa. Soy las sustancias químicas de la pintura. Soy la persona muerta a orillas del agua. Soy la orilla. Soy el agua. Soy las células epiteliales. Soy el olor a desinfectante. Soy eso que te frotan en la boca para humedecerla, ¿lo notas? Soy suave. Soy fuerte. Soy cristal. Soy arena. Soy una botella amarilla de plástico. Soy todo el plástico del mar y de las tripas de todos los peces. Soy los peces. Soy el mar. Soy los moluscos del mar. Soy una vieja lata aplastada de cerveza. Soy el carrito de supermercado arrojado al canal. Soy la nota en el pentagrama, el pájaro del tendido eléctrico. Soy el pentagrama. Soy el tendido eléctrico. Soy arañas. Soy semillas. Soy agua. Soy calor. Soy el algodón de la sábana. Soy el tubo que tienes clavado en el costado. Soy la orina del tubo. Soy tu costado. Soy tu otro costado. Soy tu otro. Soy las toses del otro lado de la pared. Soy la tos. 


 Ali Smith. 
Fragmento de Otoño. Traducción: Magdalena Palmer.

De Manual de despedidas

1/8/25 | |

El juez de línea no divaga. Su mirada mantiene el equilibrio sobre la fina cuerda blanca. Se aferra a los límites. Arde en cada punto de la recta. El juez de línea vive en el ecuador: suda y tiene escalofríos. No proyecta para sus adentros imágenes de paisajes, ciudades, el mar, la lluvia. No conversa, no se besa, no se pelea, no discute con nadie para sus adentros. 


Fragmento de Manual de despedidas, de Jana Benová.

Un fragmento de Bellas artes

31/7/25 | |

 1. LUCIÉRNAGAS (fragmento)

El mundo es un ovillo de lana.
Una madeja a la que no es fácil encontrarle la punta.
Cuando no, se toma parte de la superficie, se la jala hacia fuera, se sostiene un pequeño tramo de hilo y se lo corta con un golpe seco. Después, si se encuentra la otra punta ya habrá tiempo de anudarlas. Una receta de cocina.
Unos piensan que el mundo es un ovillo de lana de un cordero que se inmoló hace mucho para que todos pudieran abrigarse.
Y encuentran esa idea reconfortante.

Luis Sagasti.

Destino

29/7/25 | |

 DESTINO

Recuerdo un viaje a Buenos Aires que terminó en Nueva York, otro a Lima que concluyó en Atenas, y uno a Roma que finalizó en Berlín. Todos los aviones que tomo van a donde no deben, pero ya estoy acostumbrado porque, con frecuencia, salgo de casa hacia la oficina y me paso la mañana metido en un taxi que va y viene sin que yo pueda aventurar una dirección exacta. Cuando regreso, por la tarde, nadie sabe nada de mi mujer ni de mis hijos y, cansado de seguir buscando mi propio rastro, me voy a dormir a un hotel. Menos mal que, en esas ocasiones, es mi padre el que me encuentra. No sé lo que será de mí el día que me falte.

Luis Mateo Diez, Piezas sueltas.

Le dernier jour de Howard Phillips Lovecraft

28/7/25 | |

Página de Le dernier jour de Howard Phillips Lovecraft. Dibujos de Jakub Rebelka.

Persecución

26/7/25 | |

 PERSECUCIÓN

Enciendo un pitillo, miro por la ventana y vuelvo a verle. Tantos años persiguiéndome. Un acoso que se mantiene insoslayable, de la mañana a la noche, como si el perseguidor se confundiese con mi sombra. Saber que es él no me importa, pero estar convencido de que esto puede durar toda la vida, es terrible. Si al menos no vistiera como yo, si no usara mi gabardina y mi sombrero, y abandonase esa costumbre de saludarme cuando le miro.

Luis Mateo Diez, Piezas sueltas.

MI (poema de amor)

24/7/25 | |

MI (poema de amor)
 
Vendí todas mis alcachofas
por un boleto al lugar en que vives.
Ningún percance.
El tren salió en horario
sol y vacas gordas todo el camino.
Pero tu pueblo no apareció nunca.

Mario Montalbetti. 

La dorada, un poema

22/7/25 | |

 LA DORADA

A la pregunta ¿cuánto has amado?
responde como si el lenguaje, mejor aún,

como si el vino se hubiera acabado.
Di que has de ir por más.

Afila luego el cuchillo y eviscera
la dorada que yace exangüe

sobre el batán vil de la cocina.
Y con la misma hoja separa lo tuyo

de lo tuyo. Es tuyo.

Mario Montalbetti.

Un chimpancé enamorado

18/7/25 | |

Y pensé en el chimpancé enamorado, en la lata de los terrones de azúcar y en el muchacho que antes parpadeaba sin cesar, el que también en verano parecía estar envuelto en una burbuja invernal, tal vez porque en la nebulosa de mi memoria lo recordaba con el jersey verde y los pantalones de pana marrón en el aula a la que todos asistían con pantalón corto. 

Fragmento de No digas noche, de Amos Oz.

Leyendo en el balcón

17/7/25 | |

 Leyendo en el balcón

me acomodo al sol, persigo su favor

un molde
al que debo pleitesía.

Laminada por los rayos que recién ahora,
a fines de agosto, pueden alcanzar estas cosas,
me organizo alrededor de esa luz

serpiente,
advierto el frío
y me mudo al hachazo blanco
un centímetro por vez.

Valeria Tentoni

Disculpe ¿es aquí la tabaquería?

16/7/25 | |

Disculpe ¿es aquí la tabaquería?

Nadie dice todo. Nadie dice nada.
Lo deseable es decir poquísimo.
Callar no es más radical.
Callar es como raparse la cabeza:
el pelo vuelve a crecer.
Pero decir poquísimo, decir lo mínimo
que uno puede decir,
eso es lo que nos permite decir algo.

Mario Montalbetti.

Los territorios salvajes...

15/7/25 | |

Es una mañana plateada como otra cualquiera. Estoy sentada ante mi escritorio. Y suena el teléfono, o alguien llama a la puerta. Yo estoy enfrascada en la maquinaria de mis cavilaciones. A regañadientes me levanto, contesto el teléfono o abro la puerta. Y la idea que acariciaba ya con las manos, o con la punta de los dedos, se desvanece. 

El trabajo creativo requiere soledad. Requiere concentración, sin interrupciones. Requiere la totalidad del cielo para surcarlo y ningún ojo que observe hasta que alcance esa certeza a la que aspira, y que no necesariamente posee de inmediato. Es decir, intimidad. Un espacio aislado; para deambular, roer lápices, garabatear y borrar y de nuevo garabatear.
Pero en ciertas ocasiones, si no muchas, la interrupción no proviene de otro, sino del propio yo, o de un yo dentro del yo que silba y aporrea la puerta y se tira en bomba en el estanque de la meditación. Y ¿qué te dice? Que has de llamar al dentista, que te has quedado sin mostaza, que el cumpleaños de tu tío Stanley es dentro de dos semanas. Por supuesto, reaccionas. Y luego vuelves al trabajo, sólo que los duendecillos de las ideas han huido y desaparecido entre la bruma.

Fragmento de LOS TERRITORIOS SALVAJES DE LA CREACIÓN (de el libro La escritura indómita), de Mary Oliver. Trad. Regina López Muñoz.

EL DÍA DE VERANO, un poema de Mary Oliver

13/7/25 | |

EL DÍA DE VERANO

¿Quién creó el mundo?
¿Quién dio forma al cisne, al oso negro?
¿Quién hizo al saltamontes?
Me refiero a este saltamontes,
el que acaba de saltar en la hierba,
el que ahora come azúcar de mi mano,
el que mueve las fauces de atrás para adelante y no de arriba abajo,
el que mira a su alrededor con enormes ojos complicados.
Ahora levanta una de sus patas y se lava la cara cuidadosamente.
Ahora de pronto abre sus alas y se va flotando.
Yo no sé con certeza lo que es una oración.
Sin embargo sé prestar atención
y sé cómo caer sobre la hierba,
cómo arrodillarme en la hierba,
cómo ser bendita y perezosa,
cómo andar por el campo,
que es lo que llevo haciendo todo el día.
Dime, ¿qué más debería haber hecho?
¿No es verdad que todo al final se muere, y tan pronto?
Dime, ¿qué planeas hacer con tu preciosa, salvaje, única, vida?

Mary Oliver.

Lost & Found

11/7/25 | |

Lost & Found 

 Los rostros son borrosos, las acciones no pueden apreciarse, cuando les entrego las fotos me responden que no son ellos, que estoy equivocado. “Pero es usted, mírese”, les digo señalando la foto. Entonces empiezan a reconocerse. A recordar. Y hechos que no sucedieron les vuelven a la memoria. La boda en la que nunca se casaron, los hijos no nacidos y el viaje que jamás hicieron. Y son felices otra vez, sumergidos en ese mar de imposibles.

Paola Tena.

Temores infundados

9/7/25 | |

Temores infundados 


 Esta mañana me he despertado con un miedo angustioso a no poder volar, y la desagradable impresión persistía mientras iba subiendo por la escalera de la terraza, con la gabardina bien ceñida y mi cartera colgada de una mano. Sin embargo, me he lanzado al vacío, he emprendido el vuelo sin problemas, y he llegado con toda puntualidad a la oficina.

José María Merino.

La casa de azúcar

8/7/25 | |

La casa de azúcar


Las supersticiones no dejaban vivir a Cristina. Una moneda con la efigie borrada, una mancha de tinta, la luna vista a través de dos vidrios, las iniciales de su nombre grabadas por azar sobre el tronco de un cedro la enloquecían de temor. Cuando nos conocimos llevaba puesto un vestido verde, que siguió usando hasta que se rompió, pues me dijo que le traía suerte y que en cuanto se ponía otro, azul, que le sentaba mejor, no nos veíamos. Traté de combatir estas manías absurdas. Le hice notar que tenía un espejo roto en su cuarto y que por más que yo le insistiera en la conveniencia de tirar los espejos rotos al agua, en una noche de luna, para quitarse la mala suerte, lo guardaba; que jamás temió que la luz de la casa bruscamente se apagara, y a pesar de que fuera un anuncio seguro de muerte, encendía con tranquilidad cualquier número de velas; que siempre dejaba sobre la cama el sombrero, error en que nadie incurría. Sus temores eran personales. Se infligía verdaderas privaciones; por ejemplo: no podía comprar frutillas en el mes de diciembre, ni oír determinadas músicas, ni adornar la casa con peces rojos, que tanto le gustaban. Había ciertas calles que no podíamos cruzar, ciertas personas, ciertos cinematógrafos que no podíamos frecuentar.
Silvina Ocampo. 

Huellas

6/7/25 | |

Huellas 


 Aquella papelera volcada. La pintada en el muro, como una indescifrable maldición. Varias colillas en la tierra, alrededor del árbol. Un periódico doblado sobre un banco. Una pelota pequeña flotando en el estanque. La marca del carmín en el borde de la taza. Un calcetín de niño colgando de la verja. Un escupitajo sanguinolento. La cicatriz del frenazo en el asfalto. Humedad en la almohada. Este relato.

José María Merino.

Respeto a la ancianidad

5/7/25 | |

RESPETO A LA ANCIANIDAD 


 Por culpa de una anciana dama con un perrito, que había acudido a la ventanilla de correos para realizar unos trámites y estaba retrasando a todos con su parsimonia, sucumbió a un ataque de ira irrefrenable y, como el respeto a la ancianidad le impedía cometer ningún desmán contra la señora, el acusado sacó una pesada porra con revestimiento de hierro, que acostumbraba a llevar siempre consigo para servirse de ella en caso necesario, y golpeó con fuerza la fachada de la casa que se encontraba enfrente provocando daños en tres viviendas e hiriendo a seis personas, cuyas lesiones, aunque de escasa gravedad, requirieron atención médica.

Heimito von Doderer.

Después del amor

4/7/25 | |

Después del amor

Cuando el amor se vacía de sí mismo,
nuestros cuerpos se colman totalmente.

Durante una hora yacemos trenzando
el pulso y la piel,

como bebés que suspiran
y dormitan, ensoñados con leche.

Donald Hall.

El mundo no acaba

2/7/25 | |

Me secuestraron los gitanos. Mis padres me rescataron. Luego los gitanos volvieron a secuestrarme. Esto duró un tiempo. Un minuto estaba en la caravana, mamando de la oscura teta de mi nueva madre, y acto seguido me encontraba sentado en la inmensa mesa del comedor, tomando mi desayuno con una cuchara de plata.


Charles Simic.

Fragmento de Una cierta edad

30/6/25 | |

Por la noche, mientras vemos una película o una serie, la gata Rosalía tiene a bien cedernos su sillón, con la elegancia de una emperatriz dadivosa, y se va a dormir bajo nuestra cama. Justo al acabar, tan pronto como calla el televisor, reaparece en la puerta de la sala, con la misma lentitud de su partida, y nos mira. No hace falta traducción, esa mirada quiere decir: «Venga, largaos y devolvedme mi sillón». A veces la subraya con un leve maullido exigente, pero por lo general le basta con la mirada, que tiene el fulgor altivo de Simone Signoret y la mala leche contenida (o incontenible) de Barbara Stanwyck. Lo portentoso de su reaparición es que se produce a escasos segundos del silencio televisivo, como si hasta entonces, y solo hasta entonces, nos hubiera cedido el sillón en usufructo.


Marcos Ordoñez, de Una cierta edad.

La expectativa

28/6/25 | |

LA EXPECTATIVA

BORAN FUE CONDENADO A CADENA PERPETUA. Pasaron los años. Murieron los guardianes y los sustitutos de los guardianes. Se extinguió la especie humana. Los barrotes de acero se deshicieron con la erosión continuada e implacable del aire. Entonces Boran escapó. «Sólo era cuestión de tiempo», se dijo.

Ángel Olgoso.

EL DÍA QUE ME SENTÉ CON JESÚS EN LA TERRAZA...

27/6/25 | |

EL DÍA QUE ME SENTÉ CON JESÚS EN LA TERRAZA Y SE LEVANTÓ UN VIENTO Y ABRIÓ MI KIMONO Y ÉL VIO MIS PECHOS 


Cuando un evento extraordinario tiene lugar en tu vida, eres propenso a recordar con una claridad antinatural los detalles que lo rodean. Recuerdas formas y sonidos que no estaban directamente relacionados con el suceso, sino que flotaban en la periferia de la experiencia. Esto puede suceder incluso cuando lees un gran libro por primera vez, uno que te inquieta y te hace pensar. Recuerdas dónde lo leíste, en qué habitación, quién estaba cerca. 
Recuerdo, por ejemplo, cuando leí Servidumbre humana. Estaba acostada en una litera superior en nuestro dormitorio de la escuela secundaria, envuelta en una colcha azul. Vivía en un dormitorio debido a mi padre. Él era un hombre religioso y quería que yo recibiera una educación espiritual: que escuchara la Palabra y conociera al Señor, como él lo dijo. Así que me envió a la Academia Luterana de San Pablo en Regina por dos años. Él estaba seguro de que allí es donde yo escucharía la Palabra. En todo caso, todavía puedo oír a la señora Sverdrup, nuestra ama de casa, llamando a la puerta a medianoche y susurrando con su acento noruego: «Oye, Gloria, es más de medianoche, es hora de apagar las luces. Ahora mismo», para luego deslizarse por el pasillo en sus pantuflas. Lo interesante aquí es que no recuerdo nada sobre el libro en sí, excepto que alguien en él tenía un pie zambo. Pero debe haberme conmovido profundamente cuando tenía dieciséis años, de lo que ya hace algún tiempo.

Gloria Sawai. Traducción de Raquel Castro.

Si algo me impide intentarlo

24/6/25 | |

Si algo me impide intentarlo 


¿Entonces para qué dar el salto? Si algo me impide intentarlo, paralizando en el aire mis músculos, es el hecho de constatar que antes de darlo ya su parábola externa está bien inscrita en mi mente. ¿Qué sentido tiene entonces describirlo en el trance en que, separada del suelo, mi figura lo dibuje en el aire si ya su parábola externa sin necesidad de intentarlo está bien inscrita en mi cuerpo?

Juan Calzadilla.

El ojo del dragón

22/6/25 | |

El ojo del dragón

El pastor se acercó a la hoguera donde la noche anterior habían quemado a la bruja. De entre las cenizas todavía tibias rescató un hueso largo, ennegrecido, que luego ahuecaría con paciencia para poder soplar por él y sacar música. Cada vez que salía melodía del agujero del hueso, un monasterio, en algún lugar del mundo, se incendiaba. Cada vez que el instrumento del músico sonaba, una monja cedía a la tentación. Era un fuego dulce, que miraba desde lejos la apariencia de las cosas y las convertía a su danza, crepitando. 

Rafael Courtoisie.