Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea.
De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.
La gran alegría de los hombres de números
tan queridos
los sofás
más aún las mecedoras
que se balancean
y tanta palabra
en el mundo tanto sonido
no entiendo por qué
tantas rejas también
estoy triste
hasta que pasan
niños
correteando