Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

"Madonna de Guadalupe" por Juan Villoro

24/4/06 | |

Uno de los grandes invitados a la Feria Internacional del Libro de Bogotá es el escritor mexicano Juan Villoro (1956), conocido por estas tierras principalmente gracias a la revista El Malpensante y ganador del prestigioso premio Herralde con la novela El Testigo (2004). A continuación, un cuento de Villoro, para entrar en calor con la Feria.

Madonna de Guadalupe

"Las hermanas Uribe eran tan distintas como sus nombres: Concepción y Magali. Concepción usaba pantuflas de peluche, el fondo se le asomaba bajo la falda y tenía los ojos apagados de quien ha leído veinte veces seguidas el Pentateuco. Magali desayunaba dos aspirinas con café negro. Sus abortos superaban en número a los pretendientes de Concepción. Y lo que son las cosas: Concepción era más bonita que Magali, pero sus
rasgos pálidos y su mirada ausente hacían pensar en la santidad o en el suplicio: la belleza sufrida que tanto atrae a santos y vampiros. Concepción moriría virgen o descuartizada.

En contraste con el semblante evaporado de su hermana, Magali tenía una sangre bulliciosa, un cuerpo que era un dechado de redondeces, un pequeño lunar
sobre la boca y el labio superior ligeramente alzado, como si estuviera besando una burbuja. Era imposible verla sin pensar en las múltiples y deliciosas aplicaciones de esa boca. La educación católica de las Uribe fue tan severa que las primeras fantasías eróticas de Magali emanaron de la religión. En las paredes de la casa había cuadros de santos que parecían gozar con la tortura: ojos pulidos por el placer del sufrimiento. Éxtasis. Raptos místicos. Agonías. Dicha. Transfiguraciones. Gestos de quienes están a unos latidos de la muerte o el orgasmo. Pero estas imágenes no eran nada en comparación con las historias que les contaba su mamá de cierta santa, bellísima, que se clavaba espinas en los senos y bañaba con su sangre a un cristo de tamaño natural. La mamá hablaba con deleite del martirio de la santa, del hermoso cuerpo cubierto de pústulas. Sus historias eran la función de media noche de la religión". Leer más...

::: Otros textos de Villoro: La alcoba dormida (cuento)/El cielo artificial/Delitos crónicos/Berlín, capital del fin del mundo/El superviviente del rock (entrevista a Mick Jagger).

::: Ilustración de Raúl Rodríguez Allen.