Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Romance intelectual con la pelota.

21/6/06 | |

Un texto (publicado originalmente en Clarín) sobre la difícil relación entre fútbol y literatura:

Romance intelectual con la pelota


''El goleador es siempre el mejor poeta del año'', escribió Pier Paolo Pasolini, en la cumbre del romance entre la literatura y el fútbol. Camus había dicho que el fútbol le enseñó todo lo que sabía y el desprecio de los intelectuales por esa pasión se había superado cuando estalló una nueva polémica: ya no fútbol vs. cultura, o civilización vs. barbarie, sino literatura versus oportunismo editorial y venta. Además, cómo el fútbol devora la cultura general.
Por Hernan Brienza.

Jorge Luis Borges fue el encargado de marcar la divisoria de aguas. Con lapidaria ironía, reformuló el ''civilización y barbarie'' sarmientino y sentenció en más de una entrevista periodística que el fútbol era ''una cosa estúpida de ingleses... Un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos''. La frase hendía el cuchillo en el corazón de la patria futbolera y convocaba al escándalo. Pero más allá de la humorada ''una forma perversa de razonamiento; un cinismo que invalida todas las letras del mundo: Así, el Quijote no es otra cosa que un conjunto de letras negras sobre papel blanco'', como lo definiría para Ñ Alejandro Dolina el anatema borgeano selló la relación entre quienes practicaban el deporte de la literatura y los habilidosos en el arte del fútbol. Durante décadas salvo excepciones ambos mundos sucedieron en dimensiones paralelas. En forma esquemática podría resumirse de la siguiente manera: los escritores desdeñaban el fútbol y los futboleros huían de la literatura. La división también se experimentaba entre lectores e hinchas en una remake del divorcio original entre pueblo e ilustración aventado por Domingo Faustino Sarmiento. Pero la segunda mitad del siglo XX sería testigo de una plebeyización de la literatura el periodismo fue gran artífice de este proceso y decenas de literatos se volcarían a una producción mestiza gracias a la cual el fútbol ya no quedaría en ''orsai'' literario. Finalmente, a mediados de los noventa, la pelota ganó la batalla y hoy a horas del mundial de Alemania se asiste a lo que algunos denominan la futbolización del universo y de la que no puede escapar ni siquiera el apocado e íntimo mundo de las letras. Leer más...