Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

El enigma Tintín por Fernando Savater.

26/1/07 | |

Hablar de Tintín es un tema apasionante. Ese odioso reporterete de tres pesos, acompañado del fiel y divertidísimo Milú y de una galería de impagables personajes, entre los que destaca por encima de todos, el capitán Hadock, siempre será un recuerdo entrañable de los que vivimos infancias alejadas del Nintendo y de los paseos de fin de semana a Melgar.
Eso sí, como hablábamos con un amigo, Tintín en el Congo, es un completo asco. El cómic más racista que he leído en mi vida.

El enigma Tintín

Su ideología resulta francamente conservadora, abunda en puerilidades pretendidamente humorísticas. Y sin embargo, siempre funciona.

Durante las primeras semanas de este año han coincidido en París dos exposiciones dedicadas a sendas manifestaciones de cultura popular ligadas al cómic: una está protagonizada por Walt Disney y sus películas de animación, la otra por Hergé y su criatura universal, Tintín. ¡Disney, Hergé! Vigas maestras del ya hace tanto tiempo derrumbado palacio de mi infancia: pero sobre todo Tintín, más que nada y más que nadie. Además de los mayores placeres ligados a la aventura de la imaginación, la más alta y duradera de todas, le debo a Tintínun regalo maravilloso: con sus álbumes aprendí a leer en francés, lo cual ha sido siempre para mí una gran fuente de alegrías añadidas al enorme gozo de la lectura. Y también gracias a él –es decir, a mi afán por poseer cuanto antes sus historias en cuanto aparecían– me decidí a chapurrear en la lengua de Voltaire, ya que mi madre ponía como requisito para comprármelas en alguna librería de Biarritz o Hendaya que yo mismo se las pidiera al dependiente en francés. Y por hacerme con Objetivo: la luna o El tesoro de Rackham el Rojo estaba dispuesto a vencer mi timidez y hablar en chino, si hacía falta… "
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