Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

El ascensor, Luis Martín Santos.

7/12/08 | |


EL ASCENSOR

El ascensor de un gran edificio dedicado a locales de negocio sube y baja toda la mañana. Hay un muchacho que lo maneja hábilmente y detiene la caja en los diversos pisos, según los deseos de los viajeros. A primera hora, ha entrado en el ascensor un caballero de elevada estatura. Viene de la calle con paso precipitado. Lleva una gran cartera de cuero, aparentemente llena de importantes documentos.

Hay todavía poca gente en el ascensor. Este va deteniéndose frente a diversos pisos y varias personas entran o salen de la caja.
Mientras estos señores entran o salen, el importante caballero permanece impasible e inmóvil con su sombrero colocado.
Al llegar a lo más alto del edificio, en el interior de la cabina, se encuentran únicamente el ascensorista y el caballero.
-¡Ultimo piso! -anuncia el muchacho.
Pero el caballero, con signo condescendiente de su cabeza, le indica su propósito de permanecer en el intenrior del ascensor.
El ascensorista acciona la palanca de mando y comienza el silencioso descenso.

APÓLOGOS, Editorial Seix Barral. Barcelona, 1970. Luis Martín-Santos (1924-1964)
::: Ilustración de Nick Derington, encontrada en Drawn