Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

El beso de la muerte, mientras Gilda se desnuda

15/5/08 | |

Lo peor, esperar. Mientras tanto tomaba apuntes, rayaba en mi cuaderno "pantojiano", pensaba cualquier cosa, imaginaba un hipotético duelo Millonarios - Kerlames FC. Faltan cuatro semanas y nos vamos. Ahora, sí.
Seguía esperando. Cinco parroquianos (papá, mamá, la tía sexy, la abuela Hermenegilda y el guagua Danito) apurados por un bocado caliente, lasagna, lomo de cerdo y papas fritas, un cuarto de libra, y la voz de
Eva Ayllón en mi prehistórico walkman. Esa voz.Una era dexteriana, sin duda. Un momento en donde no sientes casi nada. Frío.
- No se preocupe, nosotros le llevamos su pedido a la mesa. Eso habÌa dicho la voz arenosa del cetrino adolescente cumbaleño.
Malditos, no saben que acabo de ver
"El beso de la muerte" y se me podrían ocurrir algunas ideas (pero falta la silla de ruedas). Te extrañamos, Richard Widmark.
Quince minutos para darle la vuelta al universo y tararear cuatro canciones. Quince minutos y la comida no está caliente. Asíntota, sí, eso es. Es la sima y no la cima. Lo opuesto a ver bailar a Rita Hayworth en
Gilda. Como caminar por las cuatro calles de Genoy. Como un pincho tóxico del Sanandresito. Como esa clase de narración gráfica con Hulkapeggy y Miss Mostacho. El infierno debe saber a esto.

Como ese diez de mayo de 2001 en la Clínica San Pedro Claver. Comida de hospital.

Ilustración de Gio Clavijo.