Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea.
De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.
Fue el día que la vi en camisón y pantuflas que decidí lo del divorcio. Aún hoy no puedo creer cómo algo que parecía tan sublime, tan perfecto, tan ideal, podía llegar a ser tan humano.