Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Chasing the blues

15/2/09 | |

Ilustración de Nate Williams.
La nostalgia pasa por tres fases, una primera, en la que los recuerdos están tan cercanos, son tan próximos, tan en tercera dimensión, que pueden evadirse con un buen dribling, una buena finta que los deja atrás retorciéndose en el pasado.
Luego vienen los días en que la memoria hiere como un mal dolor de cabeza y las escenas reviven y resuenan como tambores en mitad del cráneo. Al fin, la nostalgia se vuelve bobalicona, triste, dolorosamente amable. Persistente en cambio. La convocan las gotas de lluvia deslizándose rotas por los cristales, el viento sacudiendo las ramas de los árboles, un columpio solitario que oscila en el parque, todos los lugares comunes de la soledad. Pero ésa, no por blanda es menos pertinaz, menos malévolamente cancerígena.
Fragmento de Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia, de Paco Ignacio Taibo II.