Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea.
De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.
Ya era tiempo
Nadie en la relojería pudo entender, ni mucho menos justificar, que las aspiraciones de aquel relojito fueran las de llegar a ser reloj despertador y aprender andinismo para subirse al pico más alto de los Andes, poner la alarma a las seis de la mañana y campanear y campanear y campanear, hasta que todo el continente despertara de su sueño.
David Sánchez Juliao.