Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea.
De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.
Atrapado
William despertó en su cama, encerrado bajo una enorme campana de vidrio. Esperó ayuda. Nadie vino. Reflexionó, vanamente, durante tres días. Por último pensó en el revólver, bajo el colchón. Dentro de una habitación que apestaba a whisky, el cuerpo fue encontrado con un vaso en la mano. En él, el reflejo de William gritaría por toda la eternidad.
Eric Rousset.