Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Ortoescrituraranciomolecular

4/1/12 | |

VAN DAMME ESTÁ DE VUELTA

Son las diez y media de la mañana de un jueves un tanto insípido (alguien dirá que así son todos los jueves desde que la humanidad es humanidad), me encuentro observando la muestra de afiches ganadores de una convocatoria sobre diseño latinoamericano. Una rápida mirada me dice que no debo esperar demasiado. Un segundo repaso confirma mis sospechas. Mientras comienzo a tomar fotos, siento que la falta de un buen desayuno hace estragos en mi ya de por sí débil constitución. ¿Será por eso que no veo claro, o no puedo valorar la calidad y creatividad de estas «vanguardistas» piezas?.
Voy a desayunar y vuelvo. Nuevo recorrido, ahora mucho más detallado, fotos, fotos, fotos. La idea persiste, el nivel no es muy bueno, pocas piezas sobresalen y una pregunta toma forma en este maltrecho cerebro: y estos carteles tan bien impresos y enmarcados, qué demonios tienen que ver con diseño latinoamericano?
Y es que parece que en los últimos veinte años el diseño gráfico pasó de oscuros y mohosos sótanos de los suburbios a bellas y excluyentes galerías de arte. El diseño gráfico se puso de moda y ya no hay que avergonzarse al decir: “soy diseñador gráfico”. La era de la ingenuidad quedó en el olvido, vivan las plantillas y el aerosol. “Vení y pintá acá, este muro es para vos”. Londres, Buenos Aires y Bogotá, se encuentran en el patio trasero de tu casa.
Claro, al otro lado, lejos de las luces y el vértigo de las noches de inauguración, las fiestas electrónicas y las pastillas de monachos, todavía existe un inmenso ejército de silenciosos diseñadores que trabajan por tres pesos y queman sus retinas pegados a la pantalla de un computador, haciendo plegables, afiches, tarjetas, volantes, pasacalles y diseñando obsoletas páginas web que nadie visita.
No importa, las luces no son para ellos. Los que cuentan son los que brillan. ¡Larga vida al diseño latinoamericano!. Van Damme está de vuelta.
Texto e ilustración de Giovanni Clavijo Castillo.