Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Shady Hill and the girl with great...

14/12/22 | |

Si hay alguien a quien detesto, es al sentimental sin personalidad: a toda esa gente melancólica que debido a un exceso de piedad por los demás desconocen el estremecimiento de su propia esencia y se deslizan por la vida sin identidad, como brumas humanas, compadeciendo a todo el mundo. El mendigo sin piernas de Times Square, con su humilde exposición de lápices, la anciana pintarrajeada que habla a solas en el metro, el exhibicionista de los urinarios públicos, el borracho tirado en la escalera del metro, toda esa gente suscita algo más que piedad: son, de golpe, la suma de todos los desventurados. Los desechos humanos parecen pisotear sus propias almas malogradas, dejándolas al crepúsculo en un estado muy similar a la escena de un motín carcelario. Decepcionados de sí mismos, están siempre dispuestos a desilusionarse de los demás, y erigirán ciudades enteras, creaciones completas, firmamentos y principios sobre los cimientos de una decepción bañada en lágrimas. De noche, en la cama, pensarán tiernamente en el apostante que ha perdido una fortuna al extraviar el boleto ganador, en el gran novelista cuya obra magna fue quemada por error al confundirla con basura, y en Samuel Tilden, que perdió la presidencia de Estados Unidos por culpa de las trampas del colegio electoral. Y como yo detesto semejante compañía, me resultaba doblemente doloroso apiadarme de mí mismo. Y al ver un cornejo desnudo bajo la luz de las estrellas, pensé: ¡Qué triste es todo!
Fragmento de El ladrón de Shady Hill, de John Cheever.
Ilustración de Mort Künstler.