Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Un colchón ardiendo

2/10/12 | |

Y otros dos fragmentos de la marciana La subasta del lote 49 de Thomas Pynchon:
¿Qué voces entreoído, qué retazos de dioses esplendorosos sorprendido entre el manchado follaje del papel de la pared, qué cabos de vela encendido para que bailotearan sobre él en el aire, presagiando, el cigarrillo entre los labios, con que él o un amigo se quedarían dormidos algún día para sucumbir entre sales ardientes y secretas, guardadas durante años por la borra insaciable de un colchón que conservaría restos de sudor de todas y cada una de las pesadillas, de una vejiga incontinente y desbordada, de poluciones nocturnas derramadas con depravación y los ojos anegados en lágrimas, semejante al disco duro de un ordenador delos derrotados?
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Lo mismo sucedería durante el entierro vikingo del marinero, cuando el colchón ardiera a su alrededor y con él, codificados y archivados, los años de inutilidad, la muerte prematura, la autodestrucción, el implacable derrumbamiento de toda esperanza, la impronta de todos cuantos habían dormido en él, hubiera sido su vida como hubiese sido; todo dejaría de existir para siempre cuando el colchón ardiera. Se quedó pasmada mirándolo. Como si acabara de descubrir aquel proceso irreversible.
Traducción de Antonio-Prometeo Moya.