Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Una mano tierna para acariciar la suya

21/11/12 | |

El símbolo de la belleza era para él una mano de aristocracia suma, como diamante de voluptuosidad, que fuera una ráfaga de pureza  en los románticos delirios y una garra de fuego, en la torturante vacilación de los espasmos. Una mano tierna para acariciar la suya; perversa para despertar su deseo y fresca para apagar en ella la satánica sed de su espíritu morboso.
Humberto Salvador, fragmento de El amante de las manos.