Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Yo habría amado esa ciudad...

16/11/12 | |

CESAREA MARÍTIMA

Yo habría amado esa ciudad; sus olores a puerto y a fritura y a dátiles, las voces del mercado gritando en muchas lenguas. El mar lamiendo mármoles y adobes; ese brillo grasiento de la luna en las aguas tranquilas que mecían los barcos. Yo habría amado esa ciudad tan triste donde cada mañana amanecían sucios de arena y polvo los estanques con su fondo apacible de peces de mosaico. La soledad de aquellos ancianos melancólicos que iban a ver ponerse el sol sobre las dunas o a escuchar los sonidos del mar domesticado desde los malecones; que apenas recordaban dónde habían nacido; en una tierra verde, al norte de las olas. Y su dolor ardía por las noches, duradero y pequeño como un candil de aceite. Yo habría amado mucho a esos hombres sin patria que nunca conocieron más hogar que sus ojos. Les habría gustado mi sonrisa. Me habrían regalado brazaletes de plata, polvos de malaquita y adornos de coral...
 Ana Isabel CONEJO.
Imagen perteneciente a Gold Diggers of 1933 (1933, dir. Mervyn LeRoy, coreografías de Busby Berkeley)