Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Fifí, una guerra feroz

10/1/13 | |

Mademoiselle Fifí, Guy de Maupassant.

 El conde de Farlsberg -teniente coronel y comandante prusiano- acababa de leer su correo arrellanado en un amplio sillón de tapiz, con sus botas sobre el refinado mármol de la chimenea. Sus espuelas, en los tres meses desde la toma del castillo de Uville, habían trazado dos surcos profundos, horadando un poco más cada día.
 Una taza de café humeante sobre una mesita de marquetería manchado por los licores, quemado por los cigarros, rayado por el cortaplumas del oficial conquistador que, algunas veces, después de afilar un lápiz, trazaba sobre el mueble delicado unos signos o unos dibujos, según la fantasía de sus sueños irreflexivos.
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Ilustración de Carlos Alonso, para el cuento Mademoiselle Fifí de Guy de Maupassant.