Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Las tinieblas abofeteadas

16/6/13 | |

Las manos, que tocan la transparencia de la tierra.
Que se posan tímidas y breves.
Que no saben y presienten que no saben.
Que indican el límite del sueño.
Que planean la dimensión de lo futuro.
Estas manos, que conozco y sin embargo me confunden.
Estas manos, que me dijeron una vez: "tienta y escapa".
Estas manos, que ya vuelven presurosas a la infancia.
Estas manos, que no se cansan de abofetear a las tinieblas.

Estas manos, que solamente han palpado cosas reales.
Estas manos, que ya casi no puedo dominar.
Estas manos, que la vejez ha vuelto de colores.
Estas manos, que marcan los límites del tiempo.
Que se levantan de nuevo y buscan sitio.
Que señalan y quedan temblorosas.
Que saben que hay música aún entre sus dedos.
Estas manos, que ayudan ahora a sujetarme.
Estas manos, que se alargan y tocan el encuentro.
Estas manos, que me piden, cansadas, que ya muera.

Fragmento de El mundo alucinante de Reinaldo Arenas.