AQUERENCIARSE
Como tenía miedo de ser arrastrado quién sabe a dónde, nos había pedido que lo enterráramos un poquito. Nosotros tratábamos de convencerlo, de explicarle que también se puede vivir, ir a ver a los parientes, o amigos, moverse en fin, sin que por eso uno corra peligro de que se lo lleve el viento. Pero él no nos creía y se iba hundiendo cada vez más. Al final le quedó afuera nada más que la cabeza, y desde allí nos miraba cuando el viento nos arrastró quién sabe a dónde.
Rosalba Campra.
En la imagen, fotografía de Donovan Wylie.