Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

¡Bróder, aquí viene Mario Conde!

15/2/14 | |

"Era inevitable: el Conde siempre miraba a los clientes de los bares de mala muerte y peor vida, y trataba de imaginar por qué cada uno de ellos estaba allí, qué pasaba con sus vidas para que invirtieran tiempo y dinero cantando durante años aquellas mismas canciones adoloridas que sólo acentuaban su soledad, su desengaño vital, el largo olvido y la traición sufrida, y ponme otro, bróder, tragando aquellos alcoholes recios y buscapleitos mientras las manos empezaban a temblar con la reincidencia. Gastaba sus últimos resabios de psicólogo inconcluso y de paso se psicoanalizaba sin agonía, preguntándose que hacía el también allí, para al final escamotearse las verdaderas respuestas: simplemente porque me gusta recostarme aquí a sentirme un poco condenado y olvidado y pedir otro trago, bróder, oír lo que hablaban los demás, hablar consigo mismo y sentir que el tiempo pasaba sin atormentarlo. A veces pedía un trago para pensar en un caso, o para olvidarse de él, para celebrar o para recordar o sólo porque aquellos lugares lo satisfacían más que un bar con copas altas y cócteles coloreados, aquellos bares elegantes a los que no entraba hacía millones de años."

Fragmento de Pasado perfecto, de Leonardo Padura.