Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Un inicio de Denis Johnson

27/1/19 | |

ACCIDENTE DURANTE EL AUTOSTOP

  Un vendedor que compartía su botella y perdió el control del auto al quedarse dormido… Un cheroqui lleno de bourbon… Un VW que ya no era más que una burbuja de humo de hachís capitaneado por un estudiante de universidad.

  Y una familia de Marshalltown que se estrelló y mató para siempre a un hombre que salía de Bethany, Missouri, con rumbo oeste.

  … Me levanté empapado por haber dormido bajo la lluvia torrencial, algo menos que consciente, gracias a la primera de las tres personas que ya he nombrado —el vendedor y el indio y el estudiante—, esas tres personas que me habían dado drogas. Yo esperaba al comienzo de la rampa de entrada a la autopista sin esperanza alguna de conseguir que alguien me recogiera. ¿Qué sentido tenía siquiera el enrollar mi saco de dormir si yo estaba demasiado mojado como para que alguien me permitiera subir a su auto? Me lo puse como si fuera una capa. El temporal rompía en el asfalto y borboteaba en la cuneta. Mis pensamientos zumbaban lastimosamente. El vendedor me había dado unas pastillas que parecían haberme arrancado el revestimiento de las venas. Me dolía la mandíbula. Conocía a cada gota de lluvia por su nombre. Intuía cada cosa antes de que ocurriera. Sabía que un determinado Oldsmobile se detendría a recogerme antes de que amainara la lluvia, y por las dulces voces de la familia que viajaba dentro supe también que tendríamos un accidente durante la tormenta.
Fragmento de Denis Johnson.