—Pase, doctor. Sí, es aquí. Sí, soy yo quien lo ha llamado. Mi marido ha sufrido un accidente. Sí, creo que es un accidente grave. Muy grave, incluso. Hay que subir a la planta de arriba. Está en el dormitorio. Por aquí. Discúlpeme, la cama no está hecha. Ya me comprenderá, me he asustado un poco cuando he visto toda esa sangre. Yo no sé si voy a ser capaz de limpiarla. Creo que mejor me voy a vivir a otro sitio.
»Venga a ver la habitación. Aquí está, al lado de la cama, en la alfombra. Tiene un hacha clavada en el cráneo. ¿Quiere examinarlo? Sí, examínelo. Un accidente de lo más tonto, ¿verdad? Se ha girado en la cama mientras dormía y ha caído encima de este hacha.
»Sí, el hacha es nuestra. Normalmente la tenemos en el salón, al lado de la chimenea, para partir la leña en trozos. »¡Que por qué estaba al lado de la cama! No tengo ni idea. Él mismo debió de dejarla apoyada contra la mesilla de noche. Igual por miedo a los ladrones. Nuestra casa está tan aislada…
Agota Kristof.