Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Interludio en Berlín

25/6/23 | |

 ¿Qué hacer cuando todo predice el fin de las manías? Juego a las visitas por la noche, los miedos llegan a grandes bocanadas, en la pronunciación de qué paisaje. A veces, también, llegan a la cama, se vuelven levemente obscenos, un poco bobos o insolentes, como hilando motivos de un viaje sin motivos. Y después niegan lo que fue, mis sueños más feroces, mi biografía apócrifa y real. Necesito un saquito para la paranoia.
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Contra lo que esperaba, nadie vino ayer a raptarme del otoño. Tuve que sentarme afuera y por un rato hacerme compañía. Ningún ser inesperado supo explicarme la tarde en sus fragmentos, correctos o no, bajo un cielo a regla y la perspectiva cambiada. Tuve que permanecer así, completamente alerta, entre el color del veneno y su estación venidera. Pasó un corazón mordido. Dijo: Date por seducida.

María Negroni.