Él está eligiendo cubitos de hielo de un cubo platea do y habla dando la espalda. Ella está sentada en el otro extremo de la habitación, con las piernas ovilladas debajo del cuerpo. París. Son las tres de la madrugada. La hija de ambos, los criados, todo el edificio está durmiendo. Ella se inclina hacia delante para que yo le encienda el cigarrillo y luego se recuesta, flota, en rea lidad, contra los blandos almohadones. Dice que ya no puede vivir en Estados Uni dos. Es lo único que la fastidia. Ha vuelto de visita. No es un lugar para ella. Para empezar, ni siquiera sabe conducir. Billy le tiende la bebida. Ella se la devuelve.
—Cariño —dice—, sólo quería la mitad.
Él va de nuevo hasta el otro extremo de la larga ha bitación. Lo veo coger otro vaso. Hay una lentitud mis teriosa en todos sus movimientos, como si estuviese pen sándolos. Aun así, son gráciles como en un sueño. Billy Wheatland estaba en el equipo de hockey, decían que era de los mejores jugadores que habían tenido, y siempre es taba rodeado de amigos. Nunca se lo veía solo. Estaba de lante de un espejo, peinándose hacia atrás el pelo todavía húmedo de la ducha. Una pequeña cicatriz heroica relucía en su labio cuando sonreía.
—Cariño —dice—, sólo quería la mitad.
Él va de nuevo hasta el otro extremo de la larga ha bitación. Lo veo coger otro vaso. Hay una lentitud mis teriosa en todos sus movimientos, como si estuviese pen sándolos. Aun así, son gráciles como en un sueño. Billy Wheatland estaba en el equipo de hockey, decían que era de los mejores jugadores que habían tenido, y siempre es taba rodeado de amigos. Nunca se lo veía solo. Estaba de lante de un espejo, peinándose hacia atrás el pelo todavía húmedo de la ducha. Una pequeña cicatriz heroica relucía en su labio cuando sonreía.
Fragmento de Juego y distracción, de James Salter. Traducción de Jaime Zulaika.