Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Dos fragmentos de la jungla

21/2/25 | |

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Emmerich vaciló, se mordió el labio. Hubiera querido confesárselo todo: sus errores, sus flaquezas, sus locuras; necesitaba, por encima de todo, justificar el errático rumbo de su vida, e incluso ganarse un poco su simpatía. Pero era inútil, ¿Cómo podría hacérselo comprender? Mejor que tuviera otra noche tranquila.
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Colgó rápidamente y se quedó mirando al suelo un momento. Se sentía terriblemente cansado, y admitió, de pronto, con desacostumbrado candor, que hacía años que estaba cansado, aburrido de todo, que se movía en la vida como un autómata sin alma, como el mecanismo de un reloj.

Fragmentos de La jungla de asfalto, de W.R. Burnett. Traducción de José M. Claramunda.