Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea.
De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.
Leyendo en el balcón
me acomodo al sol, persigo su favor
un molde
al que debo pleitesía.
Laminada por los rayos que recién ahora,
a fines de agosto, pueden alcanzar estas cosas,
me organizo alrededor de esa luz
serpiente,
advierto el frío
y me mudo al hachazo blanco
un centímetro por vez.
Valeria Tentoni