El juez de línea no divaga. Su mirada mantiene el equilibrio sobre la fina cuerda blanca. Se aferra a los límites. Arde en cada punto de la recta. El juez de línea vive en el ecuador: suda y tiene escalofríos. No proyecta para sus adentros imágenes de paisajes, ciudades, el mar, la lluvia. No conversa, no se besa, no se pelea, no discute con nadie para sus adentros.
Fragmento de Manual de despedidas, de Jana Benová.