Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Un fragmento de Las llanuras

7/10/25 | |

Hace veinte años llegué a las llanuras con los ojos bien abiertos, atento a cualquier elemento del paisaje que pareciera insinuar algún significado complejo más allá de las apariencias. 

Mi viaje a las llanuras fue mucho menos arduo de cómo lo describí más tarde. Y ni siquiera puedo decir que en un momento dado me percatara de haber abandonado Australia. Pero sí recuerdo claramente una serie de días en los que el paisaje llano que me rodeaba me parecía cada vez más un lugar que solo yo era capaz de interpretar. 
Las llanuras que atravesé durante aquellos días no eran todas ellas infinitamente parecidas. Unas veces me encontraba ante un valle grande y poco profundo, cubierto de árboles y ganado ocioso, surcado acaso por un arroyo. Otras veces, al final de una extensión de terreno nada prometedora, la carretera ascendía hasta lo que sin duda era una colina, y al rato veía ante mí otra llanura, plana y árida y abrumadora.

Fragmento de Las llanuras, de Gerald Murnane. Traducción de Carles Andreu.