Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Un fragmento de Natalia Ginzburg

3/11/25 | |

Él y yo 


Él tiene siempre calor; yo, siempre frío. En verano, cuando hace verdaderamente calor, no hace sino lamentarse del gran calor que tiene. Se indigna si ve que, por la noche, me pongo una rebeca. 
Él sabe hablar bien varios idiomas; yo no hablo bien ninguno. Él logra hablar, a su modo, hasta los idiomas que no sabe. 
Él tiene un gran sentido de la orientación; yo, ninguno. En las ciudades extranjeras, después del primer día, él se mueve con la ligereza de una mariposa. Yo me pierdo en mi propia ciudad; tengo que preguntar para volver a mi casa. Él odia preguntar; cuando vamos por ciudades desconocidas, en coche, no quiere que preguntemos a nadie y me ordena que mire el plano. Yo no sé mirar los planos, me armo un lío con los circulitos rojos, y él se enfurece. 
A él le gustan los museos, y yo los visito haciendo un esfuerzo, con una desagradable sensación de deber y de fatiga. A él le gustan las bibliotecas; yo las odio. 
Le gustan los viajes, las ciudades extranjeras y desconocidas, los restaurantes. Yo me quedaría siempre en casa, no me movería nunca de ella.

Natalia Ginzburg.