Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Etiqueta Negra, se viste de fútbol.

26/6/06 | |

Etiqueta Negra, una muy buena revista peruana (recomendada por don Pabón Rabón), tiene un excelente monográfico sobre fútbol; lástima la tacañería de su página web, que no nos permite leer los artículos completos; habrá que esperar a que esta edición llegue a Bogotá con sus consabidos cuatro meses de retraso, porque aquí en Pasto, ni de vainas.
Salvo el gol, todo es ilusión
Un texto de Vladimir Dimitrijevic

El fútbol es el rey de los juegos. ¿Por qué? Porque nos pone en contacto –como la danza– con algo de nuestro propio cuerpo que podríamos llamar la prehistoria de nuestros movimientos. En el fútbol está prohibido –si uno es jugador de campo– todo el uso de la mano y del brazo. En suma, de los órganos con los que, habitualmente, se realizan todos los actos. Con los que se alcanza el mayor grado de precisión, de rendimiento y de destreza. No se nos permite usar más que los pies y las piernas –esos ancestros subdesarrollados, de algún modo, de las manos y de los brazos–. Ahí estamos, pues, devueltos a funciones arcaicas, impedidos para hacer lo que nos sería normal o natural. Forzados a vérnoslas de nuevo con un recuerdo animal enterrado en alguna parte de sí mismo.
Las extrañas limitaciones de nuestro poder no se terminan ahí. Dos de los veintidós jugadores, y sólo ellos, están arbitrariamente autorizados a utilizar sus manos, y por extensión su cuerpo entero. Pero esa liberación generosa tiene su precio: serán penalizados. No tendrán el derecho de ejercer su privilegio más que en un territorio limitado. Los otros veinte jugadores, a su vez, también pueden utilizar las manos, pero sólo fuera del terreno de juego, durante los saques de banda. Una especie de equilibrio sutil y perverso reparte así las trabas, penaliza o restablece el equilibrio según los humores de una justicia singular.

Foto de AFP.