Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

¡Sexo, ni gota!

2/3/08 | |

Sexo

La bibliotecaria se quitó la ropa. En la sala un hombre leía muy concentrado. La bibliotecaria avanzó entre los estantes: se aproximó al lector con sinuosos movimientos de cadera dejando que sus pechos bailotearan libremente. El hombre no levantó su mirada de las hojas impresas. Leía un cuento acerca de una bibliotecaria que se desnuda con fines de seducción. Nada podía distraerlo de esa excitante historia. Cansada y sin esperanzas, la bibliotecaria se vistió y volvió a ocupar su lugar de siempre en la sala de referencias bibliográficas.
Luis Gruss

¡Ni gota!

Todo estaba listo para la boda. La víspera, en la cena de a dos, ella alargó una mano para servir los últimos chorros del íntimo champán y los escanció en su propia copa, bromeando: “Tú no te lo mereces, aún no eres mi marido”. Él celebró la broma. Meses más tarde se casó con otra mujer, ésta sí perfecta: era abstemia.
Jorge Ariel Madrazo
Imagen del Flickr de MANCHES SOLARES