Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea.
De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.
"Lejos de los videojuegos, las carreras de autitos a piolín siguen siendo un imán para los chicos en San Andrés de Giles. Un mundo donde las viejas diversiones de la infancia siguen de moda".

Un fotorreportaje publicado en Clarín que nos puso nostálgicos. ¿Quién no jugó a las carreras con carritos de piola?