Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Otro texto de Hernán Casciari

16/9/08 | |

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Los gemelos Andreizek eran dos polacos gordos, de cuarenta y cuatro años, que estaban peleados desde hacía una década. Uno de los hermanos vivía en Varsov, el otro en Wroclaw. Los dos solteros, los dos solitarios y obesos. El destino quiso que se encontraran en el chat de Terra Polska con identidades falsas. Uno de los gordos se hacía pasar por una jovencita virgen. El otro fingía ser una lesbiana morena y tímida. Con el tiempo y la charla nocturna, ambos se enamoraron del personaje del otro, creyéndolo real. Se enviaban mensajes de móvil, se pajeaban pensando en las muchachas, se mandaban regalitos. Un día decidieron verse en un hotel. Cada uno tenía planeado decirle a su pareja la verdad. Cada uno tenía la esperanza de que la otra lo aceptase. Y lo más sorprendente: ambos habían decidido invitar al hermano a la boda, si la historia de amor funcionaba.


Cualquier excusa sobra a la hora de poner esta fotografía de Jayne Mansfield.